Es hermoso adorar a Dios, con regularidad decimos que le amamos, que confiamos en Él, decimos "Padre haz tu voluntad en mi" y cuando las cosas van relativamente bien resulta fácil estar conectados con su Espíritu y su Palabra, servir y ser buenos cristianos, pero a veces la vida abruptamente cambia el juego y nos encontramos de cara a la pérdida de un ser amado, una separación o divorcio, la banca rota, el hecho de no poder concebir hijos, un diagnóstico médico de cáncer o una enfermedad terminal y todas nuestras convicciones son puestas a prueba.
En un inicio tratamos de maniobrar con la fe que tenemos, con las fuerzas que aún nos quedan, con la esperanza que nos brindan las palabras de aquellos que nos aman y desean lo mejor para nosotros pero llega el punto donde estamos solos, frente a frente con el valle de sombra y de muerte así como Jesús en Getsemaní. Ahí encerrados en nuestra habitación a solas con Dios es donde reconocemos que ya no tenemos fuerzas, donde admitimos que no podemos más y con nuestra fe puesta en jaque es donde ocurre uno de los mas hermosos "de repentes de Dios" .
Una total calma te invade, ya no importa lo que sucede, no tienes que conocer la respuesta ni el por qué, sientes una fuerza y un gozo inexplicables y enseguida tu única respuesta de forma casi ilógica es adorar a Dios, reconocerle, darle gracias y bendecirle. Es así como nace un nuevo adorador en espíritu y en verdad y tal como Jesús a veces tendremos que atravesar el valle pero no estamos solos, Dios nunca nos dejará, aún enmedio del dolor Él camina cada paso con nosotros de su mano.
Salmos 23:4-6
Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.
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